LOS CINCO SINDICATOS MÁS PODEROSOS DEL MUNDO
En un contexto de recortes sociales y pérdidas de
derechos de los trabajadores, el sindicalismo debe representar más y mejor que
nunca a la sociedad.
Los sindicatos transitan por su
particular encrucijada. En un tiempo en el que se está redefiniendo los parámetros
de las relaciones entre empresa y trabajador, las organizaciones sindicales
tienen que encontrar su lugar en el mundo. Un lugar, para muchos nuevo, en el
que sus banderas deben ondear eslóganes diferentes dentro de un tiempo que
cambia en un pestañeo. Pero la crisis, que se está prolongando mucho, sobre
todo en Europa, lejos de reforzar su posición, en algunos casos la está
debilitando.
La extrema fragilidad que
atraviesan ciertas economías europeas (Grecia, Irlanda, Portugal, Italia,
España) está limitando la fuerza de estas organizaciones, que se ven obligadas
a aceptar propuestas que en otro tiempo económico jamás hubieran encontrado eco
en ellas. Aun así, y a contracorriente, los sindicatos perseveran por mantener
su peso e influencia. Y hay que tenerlo claro, frente a ciertas campañas que
estamos viendo (España es un ejemplo), que pretenden menoscabar el valor y
legitimidad de los sindicatos como representantes sociales, es necesario lanzar
la idea de que un país necesita un Gobierno fuerte, una oposición enérgica, una
sociedad civil con fuerza y, desde luego, unos sindicatos también fuertes. No
se engañen, de ello depende nuestro futuro.
Es, por lo tanto, en este
contexto nuevo, y a veces errático, donde operan los cinco sindicatos más
poderosos del mundo. Cuatro de ellos están en el Viejo Continente –algo que no
resulta sorprendente, pues Europa representa la cuna del sindicalismo– y uno en
Estados Unidos. La lista de estos poderosos estaría compuesta por IG Metall
(Alemania), CGT (Francia), CGIL (Italia), UGT (Portugal) y AFL-CIO (Estados
Unidos) y en ellos hay sindicatos de sector junto con confederaciones. En el
caso europeo, además, son interlocutores habituales en muchas directivas
comunitarias, evidenciando su fortaleza
Tal vez haya lectores que echen
de menos la presencia de organizaciones sindicales asiáticas y
latinoamericanas. No es que no exsitan asociaciones de trabajadores allí, sino
que en la mayoría de las ocasiones está muy diluido. En los países
latinoamericanos, la regulación es muy diversa, y en alguno se ha promovido –o
impuesto– históricamente desde la legislación nacional un modelo de unidad
sindical. Por ejemplo, un solo sindicato confederal, como sucede en Brasil.
Mientras, en muchas naciones de Asia, el control férreo de la Administración de
la actividad obrera (una constante a lo largo del tiempo) ha dado lugar a
sindicatos con una orientación sobre todo vertical.
Sea como fuere, y a pesar de
jugar a la contra, el sindicalismo mantiene viva su pujanza. Así que recorramos
la topografía de esos cinco grandes del mundo y de cómo son capaces de influir
en los gobiernos y las administraciones de los países donde operan.
1. IG Metall pone contras las cuerdas a Merkel
Para la
economía germana, IG Metall, el poderoso sindicato del metal (que
representa a 3,6 millones de trabajadores), es una especie de baliza. Sus
acuerdos laborales sirven de punto de partida para el resto de la industria del
país. De ese calibre es su influencia. Así que cuando hace unas semanas
planteaban una subida salarial del 7% para el sector metalúrgico en el länder de
Baden-Württemberg (un estado fundamental para la industria automovilística
germana, pues acoge a fabricantes como Daimler –dueño de Mercedes Benz, Smart o
Porsche) muchos se preocuparon.
Una intranquilidad que fue a más
al conocerse que también exige que se contrate a los trabajadores en prácticas
cuando las terminen. De esta forma se pone en jaque las dos premisas de la
política económica que defiende con mano de hierro la canciller Angela Merkel:
la contención salarial y la flexibilidad laboral a ultranza (modelo que quiere
imponer en el resto de Europa).
Acorde con el presidente de IG
Metall, Berthold Huber, estas exigencias proceden de sus divisiones locales y
tienen un respaldo absoluto. Por lo tanto, la presión es máxima sobre Merkel
que, según fuentes próximas a la canciller, daría por buena una subida del 3%.
Así que el principal sindicato alemán ya ha ganado antes de sentarse a
negociar, dado que sabe que parte de ese porcentaje. Y es bien conocido que en
cualquier negociación quien primero pone el precio, pierde.
2.
AFL-CIO para los pies a los republicanos en EE UU
Es paradójico que en un país
como Estados Unidos, donde para muchos millones de habitantes la palabra
“izquierda” está más cerca del comunismo que de la socialdemocracia, las
organizaciones sindicales (un movimiento intrínsecamente de izquierdas) tengan
tan fuerte arraigo en sectores como la industria del entretenimiento, la
construcción o la actividad marítima, por poner tres ejemplos sobre la mesa.
En este paisaje, al menos
peculiar, opera la Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de
Organizaciones Industriales (AFL-CIO, según sus siglas en inglés). La organización
sindical más potente del continente americano, representa a 12,2 millones de
trabajadores (sobre todo, inmigrantes, minorías, mujeres y jóvenes)
pertenecientes a 56 sindicatos afiliados. Su importancia es tal que llega hasta
la Casa Blanca. De hecho, se ha comprometido a movilizar a 400.000 voluntarios
para levantar fondos y reclutar apoyos destinados a la reelección de Barack
Obama. Y, desde luego, cuando tiene que frenar algunas iniciativas que se
enfrentan a los derechos de los trabajadores exhibe todo su poderío.
Pocos dudan de que la
organización sindical desmantelará una reciente propuesta republicana destinada
a poner serias trabas (en el tiempo de constitución) a la creación de un
sindicato. Una amenaza directa, según la AFL-CIO, a la que no ha tardado en
responder y para la que cuenta con el apoyo de los congresistas y senadores
demócratas. ¿Alguien lo dudaba?
3.
CGIL y su ‘victoria’ frente a la reforma laboral de Mario Monti
Italia es
uno de los países de Europa, y por extensión del mundo, que más arraigada tiene
la tradición sindical y sin duda forma parte de su esencia democrática. Dentro
de la gran diversidad que dibujan los sindicatos italianos, desde luego el peso
pesado es la Confederación General Italiana del Trabajo (CGIL, en sus siglas en italiano). En 2011 reunía a
5.775.962 trabajadores pero más interesante aún es que en un año sus afiliados
han aumentado en 27.693 personas. Es decir, la crisis económica del país
transalpino está impulsando la afiliación.
Los trabajadores tienen un miedo
bien fundando a perder parte de los derechos laborales de los que ahora
disfrutan. Por eso fue recibida como una victoria (que lo fue) la obligada
rectificación –gracias a la presión de CGIL– que el tecnócrata Mario Monti tuvo
que introducir en la norma que regula los despidos improcedentes, incluida
dentro de la reciente reforma laboral. El sindicato consiguió que volviera (se
había suprimido con antelación) a introducirse la posibilidad de que un juez
decrete la readmisión de un trabajador en empresas de más de 15 empleados si la
causa económica esgrimida en el momento de justificar el despido es de
“manifiesta inexistencia”.
4.
CGT Francia supervisará las leyes laborales del nuevo Ejecutivo de Hollande
La victoria del socialista
François Hollande en las elecciones presidenciales francesas dará,
previsiblemente, un mayor peso a los dos grandes sindicatos galos: CFDT (Confédération Française Démocratique du
Travail) y CGT (Confédération Générale du Travail). Hollande,
el primer presidente de izquierdas en Francia en casi veinte años, se ha
mostrado en privado partidario de dar más protagonismo a los sindicatos, como
ocurre en Alemania, donde incluso son accionistas de las propias compañías y
tienen poder para fijar horarios y costes salariales flexibles a cambio de
seguridad laboral.
Ese es el modelo que propugna
François Hollande. De camino a él, organizaciones como CGT –de conducción
comunista y con orígenes en el sindicalismo revolucionario– ya
han logrado el compromiso del candidato de izquierdas de consultarles (a cambio
de apoyo en la reforma de las pensiones) acerca de cualquier normativa laboral
y social que lance el próximo Ejecutivo. Y lo que tiene aún más peso, es muy
probable que tenga (junto con la CFDT y otras organizaciones más minoritarias)
un tercio de los representantes en las juntas supervisoras en las grandes
compañías francesas. Y todo este poder con solo 400.000 afiliados. A veces, los
números ocultan la verdadera fortaleza.
5.
UGT Portugal bloquea el Salario Mínimo Nacional.
Hay en el
mundo otros sindicatos con mayor número de afiliados que UGT Portugal (500.000, cerca del 9% de todas las
personas en edad de trabajar del país); sin embargo, su poder reside en que se
ha convertido en un interlocutor social clave (ha apoyado dos de las tres
huelgas generales convocadas) en un país que ha tenido que ser intervenido por
la Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central
Europeo para evitar su quiebra. Portugal es un laboratorio (por
duro que suene) a pequeña escala de lo que podría suceder en otros países,
incluida España, y nos avanza qué consecuencias puede tener la intervención
sobre una economía y una sociedad.
Así que el Gobierno luso debería
estar muy atento cuando la organización amenaza con denunciar el concierto
social en el que se incluyen acuerdos como el salario mínimo nacional (SMN) o
las indemnizaciones por despido. En su día apoyó la reforma laboral, que bajaba
las compensaciones por indemnización de 30 a 20 días por año trabajado, pero
ahora se ha plantado frente al Ejecutivo de Pedro Passos Coelho y le ha
mostrado que hay caminos (como el de la reducción del SMN) por los que no se
pasa.
Imágenes: 1. Ralph
Orlowski/Getty Images 2. Andreas Solaro/AFP/Getty Images 3. Patricia de Melo Moreira/AFP/Getty Imagess
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